Y es que es horrible no poder decirle NO.
Es llegar, ver el cartelito rojo y rogar que
sea. Please.
Pero necesitás despegar. Hay que hacerlo. Cambiar,
alejarte para –eventualmente- estar más cerca.
Los días enteros son pocos. Y no hay forma de
pensar que esto no es sano. Dormir cuatro o cinco horas diarias ya no suena a
disparate. Porque si soy... vos sos el Sol.
(despacio también
podés ser…)
Así de necesario. Como un buen café o té a la
mañana.
¿Y si no hay cartelito rojo? O peor aún: ¿si
hay cartelito rojo, pero no el esperado? OH MY – Agarrate Catalina. La
vertiginosa carrera que había corrido esa especie de gritito de victoria queda
en medio de la garganta. Lo que hasta hace un momento era una felicidad
incontrolable se desbanda, pero ya no en forma de alegría, sino en fastidio.
De repente todo lo que hiciste en el día no
valió la pena.
Pensar positivo. Excusar. Tal vez fue un día
difícil. Tal vez. Por ahí. Quizá.
La mente se llena de todos los condicionales posibles y empieza a salir humo de
la cabeza de tantas probabilidades barajadas en sólo un minuto.
Abrir igual, ¿lo habrá leído? Esperar. No caer
en la tentación. No ser taaan cargosa.
De repente tururúm. Emoción. Salta una ventanita. Y
compartís conmigo un poco más de vos. Sé lo que cuesta.
Acá es igual.
Y ahora sí… Ser feliz se nos es permitido.
-Adelante, tiene permiso para reírse (incluso a
carcajada limpia, aunque quede como un idiota frente a toda su familia) y, si
se atreve, a levantar los brazos en clara señal de triunfo.
Empezar una eterna charla que deseás que lo
fuera, pero no: el Sol sale como todos los días, implacable. Hay que disfrutar
entonces lo que la Luna
nos ofrece en complicidad.
Llegar, incluso, a compartir el sueño a través
de las pantallas.
Hastamañana.
Pero no quiero estar todoeltiempo. Es como
agobiarme a mí misma, aunque jamás me digas nada. Odiaría que la cotidianeidad
castre esto también. Debería intentar dejarlo.
Pero simplemente no puedo decir no.