la mayoría de veces vivo en un cuaderno, a veces salgo a dibujar.
quisiera poder hablar y la mayoría de veces no me sale.

domingo, 30 de marzo de 2014

por las ramas

no me sale escribir pensando, no puedo releer las cosas y creo que eso me hace mal, no sé.
necesito tantas cosas y ninguna, o tal vez dos o tres (sin azucar, por fav-bueno, mejor con una)
necesito salir de esto, esa cosa pegajosa y retorcida llamada TRABAJO.
pero necesito la guita, es así, entonces el trabajo se queda.
la puta madre, no hay forma de esquivarlo, verdad? imposible fingir muertes de un día, lesiones pasajeras, muertes de parientes lejanos... IMPOSIBLE, TRABAJÁ grita esa voz quejosa y mandona que gusta de sufrir y quejarse y mandar (ya casi la mato, lo juro, es solo una de las cabezas de la hidra, solo una y van) tomo el café, y tomo el té, y pienso pienso pienso, colectivo, el libro, la música, el sol que me arranca los últimos rastros de la cama de mi cara y me termina de despertar, entibiando la nariz fría de esperar en la ruta.
pasaron dos colectivos de larga distancia y los ví dejarnos atrás rápidamente, en su interior solo calidez. subí mi bufanda hasta casi los párpados, me tapé las orejas con el gorrito e intenté imaginarme sentada, viajando en ese colectivo a quién sabe dónde, tampoco importa, la cosa es descongelarse un poco y saber que alguien espera al final del recorrido, o aunque sea en casa, con una taza de té o café o chocolatada caliente.
pero no, porque todavía ni siquiera subí al colectivo que me lleva al trabajo, ni saludé al chofer, ni pasé la tarjeta, ni elegí mi asiento al sol, ni abrí el libro, ni puse música.
y lo peor de todo es que horas más tarde tampoco habrá alguien esperando.
pero no importa, porque como dice esa canción 'no me importa estar solo, porque ya estuve solo mucho antes' y si son sensibles, ponganle una 'x' al género y nos olvidamos que soy mujer y que debería decir 'sola' y blablabla con esas cosas que antes me preocupaban y me llenaban la cabeza y el tiempo y ahora tengo que ir a trabajar, la puta madre.
¿de qué hablábamos? ah, sí: el frío en la ruta. que zarpado todo, recién hace cinco días empezó el otoño y ya me congelo la nariz, decime si eso no es terrible. o hermoso. no sé, no recuerdo ya.
siempre me gustó el otoño, cuando saltaba entre hojas que hacían ruidito seco, y todo era amarillo-verde-naranja-rojo. no sé, me parece lindo, medio triste, medio romántico.
y pasa otro colectivo de larga distancia. 'vienen de balcarce', dice el pibe al lado mío, que ya debe haber notado mi desesperación por subirme a uno 'vienen de balcarce y terminan en la estación nueva'. en cualquier otro día y situación hubieran enmudecido completamente ante ese chico completando la postal con un rojo tomate en los chachetes, pero se me gastó la mudez y coloradez, o se movieron a otro lugar, no sé; la cosa es que apenas le sonreí como respuesta y volví a la pseudocalidez de mi bufanda.
subir, saludar, pagar, buscar y leer. y así llegar, cambiarse, trabajar, sonreír, cambiarse, subir, saludar, pagar, buscar y leer.
pensar, mucho.
dormir poco.

no quiero más
basta para mí y basta para todos

divisiones

creer en la magia o sentirla, palparla
atarse los cordones o arrancarlos
peinarse o despeinarse
respirar o agitarse

podría seguir (o no)
seguramente no.
tengo la cabeza invadida
las papilas inundadas
los ojos llenos
los brazos anhelantes
la espalda expectante
los dedos ansiosos, sueltos
la piel ardiendo, fría.

hola
HOLA
¿hay alguien ahí?

domingo, 16 de marzo de 2014

ojalá

viajes futuros la vida amar leer escuchar música hacerla verte mirarte abrazarte besarte amarte cucurrate mirarte dormir gritar hablar leer más besarte otra vez un poco más más más más amarte en el colchón girar viajar con el colchón por otros mundos y por la habitación verte tocar la guitarra verte reir escucharte cantar sentir tus caricias oler tu cuerpo sentir tu aroma reirme de mis chistes malos reirme de los tuyos reír reír reír reír hasta que duele y nos cansamos primero uno después el otro escuchar los tonos de tu voz leyéndome y escucharlos mientras me hablás simplemente que escribas leernos la mente todo es eso ese momento ese segundo ese instante y que me mires y morir un poco más para renacer más feliz más fuerte sentir que no no-puedo-más-por-favor-no-no-sigas sí dale me muero me muero sí morí renací es genial prender la luz los los cigarrillos querés uno dale y mirar como el humo sube y como mi mano te acaricia la boca las manos las mejillas el pelo y ver como vos me acariciás y sentir que eso es todo eso es el mundo ese segundo esa caricia ese abrazo ese amor ese colchón esa habitación y nosotros.

ojalá

jueves, 13 de marzo de 2014

¿qué te hace hablarme?

Creo que ya escribí sobre esto, pero fue en otro cuaderno que una vez me sacaron.

Igual aunque la situación es parecida, la circunstancia es doblemente patética y creo que eso es algo que me va a pasar toda la vida. Y cada vez peor.

Son como períodos de total autismo. No existo para nadie y el mundo exterior es como una cosa que pasa, a la cual solo me ata respirar. Y de repente

algo nuevo

Nunca es lo mismo, ni siquiera parecido: algo pasa que golpea. Generalmente para bien. Pero los golpes son golpes. No puedo dejar de ver lo negativo en todo esto, aunque ni pueda ver lo positivo. Me contagiaron una visión mercantilista de las relaciones, y descubrí que no tengo nada para darte. Nada que ofrecer.
Ni siquiera esa superficialidad de ser alguien a quien exhibir orgulloso ante el mundo. Tampoco puedo mostrarte nada nuevo, soy una máquina de repeticiones, soy una máquina básica, soy el cuadrado ante un paisaje de mar.
Así me siento.

Ya sé: es totalmente cuantitativo, pero realmente no hay nada que pueda darte, ¿qué te hace hablarme? No puedo dejar de pensar en eso, y de tanto repensarlo ya no tiene sentido que siga insistiendo con palabras. Solo quedan las acciones y sé claramente que jamás me fue bien en ese campo. Quedo a la defensiva, esperando una pregunta que jamás va a llegar porque NO TENGO NADA QUE OFRECERTE y lo sabés.

Quiero condenarme a morir en un cajoncito de una mesa de luz de un barco. Una caja adentro de una caja, un gato que no está ni vivo ni muerto, porque hasta siendo un cuadrado lo sé, no es solo así. Estas cosas lo confirman.

Igual me alcanza con soñar un poco. Las palabras llegan igual, las acciones (tal vez) me esperan.

sábado, 1 de marzo de 2014

for no one

La música marca el inicio y final de todo, otra vez.
Ahora canta Morrissey y en lo único que puedo pensar es en que otra vez las únicas palabras escritas van a salir de mí.

Son las cuatro de la mañana y no puedo dormir. No puedo dormir porque entiendo que ya terminaron las noches de insomnio con tu nombre, de fumar en la oscuridad, de pensar, pensar, pensar y seguir pensando hasta que ya es de día y mi condena continúa al ser un zombie las horas que restan.
El té está hirviendo y aún así parece estar más frío que el aire afuera. Estoy sentada en la banqueta, mirando como el cielo se aclara, terminando este cuaderno que guarda algunos juegos nuestros, algunos secretos, algunas puntas de Doctor Who y algunos dibujos.
Me acuerdo cuando lo diseñaste y creímos que las cientoypico de hojas no alcanzarían y ahora tal vez sobre una carilla.
Me acuerdo de todo esos días con el sueño alterado, conviviendo con tu no-presencia.
Me acuerdo de esas 'citas' pautadas para ver al Doctor y TARDIS. Me acuerdo de esas veces que nos veíamos jugar al FIFA y nos reíamos de mi play chipeada que nos impedía jugar juntos.
Me acuerdo de la música, las guitarras, los libros y nuestras traducciones. Me acuerdo de casi todo, porque eso es lo que hago siempre: recordar y pensar.

No sé por qué te cuento estas cosas, ni por qué te escribo, ya que esta vez no contarás con tu traductora oficial; pero lo sigo haciendo.
Esta vez no voy a intentar nada, y espero que vos tampoco: por primera vez te digo que no.
Estarías orgulloso.

no no no

Todo este tiempo pensé que estaba viviendo en loop.
Mi miserabilidad mutaba, iba, venía y así por ese tiempo.
Ahora sé que ese ciclo es tuyo, y que fui tan estúpida como para aceptar esas reglas.
Ya no tengo ganas.
Ya no puedo soportar la frialdad, ni tampoco quiero hacerlo, y tus excusas y psicopateadas ya vienen con su propia derrota.
Acepto, celebro, me regocijo con tus cosas buenas y entiendo tus errores, pero rechazo tu volatilidad constante y tu forma destructiva de amar.
Tal vez sea eso, que te gusta amar mis pedazos, intentar recomponerme porque en el fondo siempre supiste (supimos) que lo que viste en mi eran los bordes desarmados de un algo que había sido una persona alguna vez.
Vos mismo me lo dijiste, viste algo azul-gris en mí. Yo me reí porque no entendí y volviste a enojarte. Recién cuando hablamos esa última vez entendí que lo mejor que podía hacer era irme y no volver más.
No quiero sonar amargo aunque el vómito siempre lo es, recuerdo también las cosas buenas: los paseos en bici, tu forma de pronunciar mi nombre siempre de una manera diferente, tus escasas sonrisas, los abrazos cuando eran reales, tus discos siempre sorprendentes para mí.
Por eso duele un poquito recordarte con tanta bronca y olvidarte casi todo el tiempo.
Nunca quisiste hacer magia y despreciaste todos los momentos mágicos, renegabas de quererme porque sabías que no podía enseñarte nada nuevo aunque quisieras aprenderlo. No querías y no podías.
Te gusta armar y desarmar cosas, pero a tiempo descubrí que no soy algo.

portales y esas cosas

No sé mucho sobre portales ni nada, pero lo que son las cosas che.
Estaba dándole vueltas a un asunto que no iba al caso para nada, mientras iba por el centro sin rumbo fijo porque tenía una hora libre antes de entrar al laburo. Música en los oídos y nada en vista, salvo los cordones desatados, que me provocaban una sonrisa medio de idiota hipnotizada. Cada tanto levantar la vista y mirar gente que en realidad se ve como un montículo gris aplastado.
Caminé hasta la plaza para sentarme y repensar ideas cortando pastitos.
Estaba en eso cuando en el aleatorio del celular suena una canción que me recuerda a alguien que no conozco y que no sé si la conoce. El tema era uno de Neon Indian. Sonreí, seguramente con esa sonrisa idiota otra vez. De la nada, una urgencia: la necesidad total de prender uno. Ya, ahora, YA. ¿Por qué? No sabía.
Miré la hora y faltaba media hora para entrar al trabajo. Calculé pros, contras y aunque había más contras, decidí satisfacer esa misteriosa necesidad.
Prendí lo poco que tenía encima y mientras caminaba y pensaba, paré ante una escalera de piedra.
No podía dejar de verla, estaba colgada.
Suena el celular y a quien había recordado con la canción que aún sonaba en mis oídos me invita a abrir un portal a la cuenta de 3. Ya.
Abrí la recepción sonriendo idiotamente por tercera vez en una hora, pensando que tal vez el portal ya había sido abierto en esa escalera de piedra. Un portal a mi manera.

buenas salenas


Emmm, hola al que esté leyendo.

Nunca hablé directamente así, al menos en este blog. Es raro porque es el que estuvo todo el tiempo o, mejor dicho, el que nunca cerré. Pero bueno, hola.
Siempre subí cosas a trancazos. Algunas tan pegadas que no tenían aire, y fue sano. Otras, espaciadas por años.
Lo escrito sufre una suerte parecida: nunca convive en tiempo real con mis cuadernos, siempre leales a los ataques de ansiedad.
Ahora pasa algo así: en medio de una de las tantas mudanzas, encontré algunas hojas sueltas y algunas libretitas con nombre sin apellido, que propiciarán una guerra de tristes, felices, nuevas y viejas situaciones en esta página.
El tiempo es algo tan relativo que es simplemente espacio, así que consideré apropiado poner algunos espacios viejitos acá. Casi armé una ensalada, les juro.
Espero no les caiga mal.