la mayoría de veces vivo en un cuaderno, a veces salgo a dibujar.
quisiera poder hablar y la mayoría de veces no me sale.

sábado, 1 de marzo de 2014

no no no

Todo este tiempo pensé que estaba viviendo en loop.
Mi miserabilidad mutaba, iba, venía y así por ese tiempo.
Ahora sé que ese ciclo es tuyo, y que fui tan estúpida como para aceptar esas reglas.
Ya no tengo ganas.
Ya no puedo soportar la frialdad, ni tampoco quiero hacerlo, y tus excusas y psicopateadas ya vienen con su propia derrota.
Acepto, celebro, me regocijo con tus cosas buenas y entiendo tus errores, pero rechazo tu volatilidad constante y tu forma destructiva de amar.
Tal vez sea eso, que te gusta amar mis pedazos, intentar recomponerme porque en el fondo siempre supiste (supimos) que lo que viste en mi eran los bordes desarmados de un algo que había sido una persona alguna vez.
Vos mismo me lo dijiste, viste algo azul-gris en mí. Yo me reí porque no entendí y volviste a enojarte. Recién cuando hablamos esa última vez entendí que lo mejor que podía hacer era irme y no volver más.
No quiero sonar amargo aunque el vómito siempre lo es, recuerdo también las cosas buenas: los paseos en bici, tu forma de pronunciar mi nombre siempre de una manera diferente, tus escasas sonrisas, los abrazos cuando eran reales, tus discos siempre sorprendentes para mí.
Por eso duele un poquito recordarte con tanta bronca y olvidarte casi todo el tiempo.
Nunca quisiste hacer magia y despreciaste todos los momentos mágicos, renegabas de quererme porque sabías que no podía enseñarte nada nuevo aunque quisieras aprenderlo. No querías y no podías.
Te gusta armar y desarmar cosas, pero a tiempo descubrí que no soy algo.

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